Aunque en España aún estamos lejos de otros países europeos en la gestión de las llamadas marcas blancas y marcas de distribución, estamos avanzando con rapidez. Un brillante ejemplo de marca de distribución es la marca valenciana Hacendado de Mercadona, con productos muy similares a los comercializados por las llamadas primeras marcas o marcas líderes, pero a un coste sensiblemente inferior. La filosofía que subyace tras las marcas de distribución es el traslado de la confianza del consumidor de un fabricante a una cadena de distribución que merece su aprobación.
Por su parte, la función de las marcas blancas es contraria a la de las primeras marcas. No buscan diferenciarse, sino llevar al consumidor a que las asocie. Ahora bien, esta conducta sería objeto de una acción judicial por competencia desleal, si la llevase a cabo cualquier otro productor. Además, el producto que ofertan las marcas blancas puede cambiar sin previo aviso del fabricante, con lo que la calidad o el sabor de hoy puede ser diferente al de mañana. Asimismo, los controles de calidad son menos rigurosos que los de las primeras marcas, con el fin de ahorrar y ajustar el precio final.
En esta lucha por reducir costes, la inversión publicitaria es la gran afectada. Si hay una marca que compite con un producto prácticamente idéntico y a un precio más bajo, la publicidad tiene que sortear aún más obstáculos, ya que tiene que justificar al consumidor que debe seguir pagando un precio más alto.
Por su parte, la función de las marcas blancas es contraria a la de las primeras marcas. No buscan diferenciarse, sino llevar al consumidor a que las asocie. Ahora bien, esta conducta sería objeto de una acción judicial por competencia desleal, si la llevase a cabo cualquier otro productor. Además, el producto que ofertan las marcas blancas puede cambiar sin previo aviso del fabricante, con lo que la calidad o el sabor de hoy puede ser diferente al de mañana. Asimismo, los controles de calidad son menos rigurosos que los de las primeras marcas, con el fin de ahorrar y ajustar el precio final.
En esta lucha por reducir costes, la inversión publicitaria es la gran afectada. Si hay una marca que compite con un producto prácticamente idéntico y a un precio más bajo, la publicidad tiene que sortear aún más obstáculos, ya que tiene que justificar al consumidor que debe seguir pagando un precio más alto.
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